Nació el 2 de julio de 1874.
El ingeniero Pedro Paulet Mostajo (Arequipa, 1874–Buenos Aires, 1945) fue pionero de los motores espaciales. A 50 años de la llegada a la Luna, el cineasta que prepara un documental sobre el sabio arequipeño escribe una semblanza.
De niño, leyó las novelas De la Tierra a la Luna (1865) y Alrededor de la Luna (1869). En esta última, los personajes de la saga de Julio Verne se valían de cohetes eléctricos para volver a la Tierra. Bajo esa inspiración y la Tercera Ley de Newton (acción y reacción) empezó a experimentar con los cohetes de pólvora que lanzaban en las fiestas religiosas de su tierra, Arequipa, pero los cohetes de pólvora no servían para vuelos prolongados. Habría que crear una aeronave impulsada por motores-cohete de propelentes líquidos.
En 1890, Pedro Paulet Mostajo ingresó a la Universidad Nacional San Agustín. Ese año, el francés Clément Ader hizo un cortísimo vuelo en el Eole, avión de hélice de su invención y se elevó apenas veinte centímetros. Con poco más de 20 años, Paulet llegó a Francia, donde aún vivía Julio Verne. El automóvil recién se había inventado, igual que la máquina de sueños: el cine. Paulet tenía un sueño distinto: volar alto.
Siete años después, lo acogió la Sociedad Astronómica Francesa, que usaba globos aerostáticos para investigar la atmósfera, conocimiento que usaría el peruano para proyectar un avión que volase a 20,000 metros de altura.
En 1898, ingresó al Instituto de Química Aplicada de la Universidad de París (hoy, La Sorbona). Un año después, el instituto implementaba cursos teóricos a cargo de destacados profesores franceses, así como laboratorios modernos, con las herramientas, máquinas y sustancias químicas ideales para el desarrollo de su proyecto.
Motor de propulsión
Paulet empezó resolviendo el asunto clave de la propulsión: el motor. Había leído la obra fundamental sobre materias explosivas de Marcelin Berthelot –el científico francés más importante después de Pasteur y padre de la termoquímica– y se convenció de que la clave era usar explosivos líquidos como propelentes.
El propio Berthelot, entonces su profesor, le aconsejó usar las panclastitas (del griego pan = todo y clast = romper; o sea que rompían todo), invento del francés Eugene Turpin. Se componían de tetraóxido de nitrógeno y gasolina, que al juntarse provocaban una potente explosión. Ese consejo marcó un hito.
En 1900, en los talleres del instituto construyó un motor como el de los automóviles, pero con acero vanadiado, una aleación novedosa, y reemplazando el pistón por un segundo tanque. Así, un tanque contenía el combustible (gasolina) y otro, el comburente u oxidante (tetraóxido de nitrógeno). Junto a eso, ideó un mecanismo para que ambas sustancias, al unirse, en vez de una única y contundente explosión produjeran 300 miniexplosiones por minuto.
Avión torpedo
También en 1900, sin haber acabado sus estudios, fue nombrado cónsul peruano en París, Francia. En 1902, acabó el diseño del avión torpedo, una aeronave con un ala delta que determinaba la dirección de su vuelo (vertical, diagonal u horizontal), según el ángulo de su ala movible, en cuya base irían racimos de motores-cohete como el que había creado.
Recién en 1903, los hermanos Wright realizarían su vuelo pionero con un aeroplano de hélices, hecho de tela y madera. El avión torpedo sería metálico, sin hélices. Su ala delta y su cabina ovoide se anticiparon al primer tratado de aerodinámica que publicó el alemán Ludwig Prandtl en 1918. Paulet estaba adelantado. Demasiado, quizá.
De vuelta en el Perú
En 1905, volvió al Perú a dirigir la Escuela de Artes y Oficios (hoy Politécnico José Pardo). Su misión: formar a los técnicos de mando medio que apoyaran a los ingenieros peruanos para industrializar el país y, según Paulet, convertirlo en una potencia. Empezaría por la industria militar, como se estila hoy. Así podría fabricar su avión, pero él guardaba en secreto su invento debido a lo peligroso del manejo de explosivos. Recién en 1910 se animaría a darlo a conocer.
Ese año empezaron a llegar noticias de los récords de altura logrados en Europa por otro peruano, el aviador Jorge Chávez. Ante la ola de entusiasmo por la aviación y por los aeroplanos de hélice que generó en el país, Paulet dio una entrevista, revelando el proyecto del avión torpedo. Se prefirió los aeroplanos.
A fines de 1911, Paulet renunció al Estado y volvió a Europa, a trabajar en asuntos privados. En 1927, el estadounidense Charles Lindbergh sobrevoló el Atlántico en 33 horas y media y el austriaco Max Valier anunció que reduciría ese tiempo a dos horas con un avión-cohete de propelentes líquidos que había diseñado (no fabricado aún).
La noticia, publicada en El Comercio, hizo que Paulet escribiese al diario, recordando su proyecto y poniéndolo otra vez al servicio de una industria nacional. Tampoco tuvo eco, pero su carta, traducida al alemán, llegó a la Sociedad Astronáutica Alemana, que lo reconocería como uno de los pioneros de los motores-cohete de propelentes líquidos, los únicos capaces de viajar por el espacio, donde no hay oxígeno.
Murió en 1945, sin ver sus proyectos puestos en práctica. Recién en 1969, los motores del Módulo Lunar, la nave con que alunizaron los astronautas, usaron tetraóxido de nitrógeno, que es hasta hoy el oxidante insuperable. Como haría, entre varias astronaves, la sonda Juno al entrar a la órbita de Júpiter. O el satélite peruano.
Gran legado
Su influencia fue enorme. Su ala movible fue empleada por los aviones Harrier británicos en los años 50. Su ala de doble delta, por el avión Concorde francés o el reciente X-59 QueSST de la NASA. La estructura del Volkswagen recuerda a su cabina ovoide.
La NASA considera su motor pulso-detonante como el motor del futuro, por su ligereza y potencia; es decir que cuando los motores espaciales inventados por otros ya perdieron vigencia, el de Paulet mira al futuro. El 2010 se dio inicio a la industria aeroespacial europea, fundando el hoy poderoso Airbus Group. Paulet es, sin duda, uno de los hombres del bicentenario.
Por: Álvaro Mejía Salvatierra
Fuente: ElPeruano