Mirjana Pović es una astrofísica galardonada por ‘Nature’ por fomentar la vocación de las mujeres por las carreras de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática.
La serbia Mirjana Pović (Pançevo, 1981) creció en un ambiente de conflicto, guerras y baja calidad de educación. Estudió la carrera de astrofísica en la Universidad de Belgrado. Cada día tenía que viajar más de 20 kilómetros desde Pançevo a la capital y no tenía ni para pagar el transporte. Por ello, hacía autostop para poder ir a clase. Aún así, consiguió graduarse y hoy es profesora del Instituto Etíope de Ciencia y Tecnología Espaciales y un referente para muchas niñas que viven en condiciones de pobreza.
Su labor para impulsar el interés de las mujeres en la investigación aeroespacial ha llamado la atención de la revista científica Nature y la compañía The Estée Lauder. Pović ha recibido el premio Nature Research Award en la categoría de ciencia inspiradora. Este galardón, dotado con 10.000 euros, reconoce los logros de jóvenes investigadoras y sus esfuerzos para que otras mujeres accedan al ámbito científico.
Esta doctora ha dado clases en orfanatos y enseñado a niños de la calle en Tanzania, Sudáfrica y Ruanda. También ha formado a las primeras generaciones de estudiantes de máster y doctorado en Astronomía en Etiopía, Tanzania, Ruanda y Uganda. Ahora pretende destinar el premio a poner en marcha el proyecto STEM for Girls Ethiopia, que tiene como objetivo dar visibilidad a las mujeres científicas y fomentar la vocación entre las estudiantes de secundaria para hacer carreras STEM (siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).
En 2005 obtuvo una beca para hacer el doctorado en el Instituto de Astrofísica de Canarias y comenzó a ahorrar para ir a trabajar como voluntaria al tercer continente más grande del planeta.
Desde 2016, esta doctora vinculada al Instituto de Astrofísica de Andalucía da clases y supervisa a los estudiantes que estudian un máster y un doctorado en el Instituto Etíope de Ciencia y Tecnología Espaciales. Allí, el principal problema para ofrecer una formación de calidad es “la falta de personal cualificado”. De los 111 empleados en el instituto, solo cinco cuentan con un doctorado. Y de esos cinco, ella es la única mujer.
Conseguir que las niñas puedan ser científicas en África o en cualquier lugar del mundo “no corresponde solo a las maestras, madres o mujeres líderes”. “Es un trabajo de la sociedad”, asegura la astrofísica. Para ella, es fundamental informar de que este tipo de sesgos existen para intentar evitarlos tanto en las escuelas como en Internet y los medios de comunicación. Crear vínculos entre las mujeres científicas para que se apoyen entre sí y se sirvan de inspiración también es muy útil. Pović, por ejemplo, forma parte de la organización española AMIT (Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas).
Ella da prioridad a las chicas que estudian en el instituto a la hora de supervisar sus proyectos y está convencida de que poco a poco el cambio es posible. Muestra de ello es que ella ha supervisado a la primera chica en Ruanda que ha cursado un máster en Astronomía y está haciendo un doctorado. La idea es que cada vez sean más las mujeres que trabajen como matemáticas, físicas o astrónomas y den clases en universidades. Es decir, que haya más referentes para que las niñas en África también quieran y puedan ser científicas.
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