- No quiero nada. Nunca más. Nada, nada.
Valentino (5) despegó el brazo arácnido y lo lanzó al suelo. A su alrededor, absortos ante la rabia incontenible, su madre y otros dos adultos tragaban saliva con los ojos aguados.
La mano izquierda de Valentino no cerraba. La prótesis de Spiderman que esperaba desde hace meses no formaba la 'C' que permitía el agarre.
Ricardo Rodríguez (27) supo entonces que la muñeca del niño apenas se movía. Que le faltaban muchísimas terapias y que solo quedaba trabajar en un nuevo modelo para que Valentino borrara de su disco duro los nunca y los nada.
Tras días de insomnio, en julio del año pasado, Ricardo le entregó una caja roja con su nombre. El niño empezó a convertirse en su propio superhéroe.
Protesista mundial
Una mandíbula. Lo primero que Ricardo Rodríguez imprimió en 3D fue una mandíbula. Se encontraba en el último año de ingeniería eléctrica, y a su universidad, en Piura, habían llegado un par de máquinas que nadie sabía usar.
Después de aferrarse con hidalguía al ensayo-error, y acumular largas jornadas de tutoriales, Ricardo se amoldó, más temprano que tarde, al que considera el uso más deslucido de las impresoras 3D: los adornos. Un muñeco de Yoda, una réplica del Halcón Milenario, el último Pokémon.
En noviembre de 2015, junto con su novia, ingenieria también; una abogada y un ingeniero mecánico –todos piuranos– fundaron Pixed (por el pixel, unidad básica de la imagen), la primera empresa peruana en fabricar prótesis impresas en 3D.
Un spam prendió la mecha: un soldado estadounidense al que se le habían implantado 'brazos' de plástico de tecnología 3D.
Un referente fue el apoyo: el colombiano Christian Silva, ingeniero mecatrónico que dona 'manos' a niños pobres. Lo contactó, y a la vez ingresó a Enable, una comunidad mundial de protesistas.
Una noticia fue el convencimiento: un niño colombiano de siete años, sin uno de sus miembros, que se suicidó de un disparo, atormentado por las burlas de sus compañeros.
Cuando Ricardo leyó el desesperado mensaje de una madre en su chat de Facebook, mientras se encontraba por unos días en Lima, la ruta quedó trazada.
El infortunio colaboró: perdió su vuelo a Piura, y en pleno aeropuerto tomó las medidas de Valentino.
Bloqueo médico
- Me miran mucho. No me puedo lavar las manos. No puedo coger el jabón.
El colegio, la primera parada en el mundo real, no fue amigable con Valentino en sus primeros años, desde luego.
"No salía al recreo, no quería que nadie se le acercara. Cuando lo invitaban a los cumpleaños se pegaba a mí hasta quedarse dormido", cuenta Isabel Díaz, la madre.
Hace tres años por intermedio del seguro social, Isabel probó con las prótesis tradicionales. Cuando Valentino fue a probársela resultó que era de adulto. Luego del reclamo, un mes después, le trajeron otra. Era oscura, muy distinta a su piel. Valentino se negó.
Algunos médicos le recomendaron cortarle el brazo izquierdo para que "la prótesis se acomode mejor". Isabel se opuso.
"Si yo lucho hasta por un dedito, ¿cómo voy a decidir algo así?", cuestiona.
Valentino, el segundo de sus tres hijos, nació con el cordón umbilical enrollado en su mano izquierda. Las ecografías no lo advirtieron. El hematoma tan profundo no perdonó.
Isabel se desmayó al recibirlo en sus brazos, y permaneció unos días en cuidados intensivos.
De aquellos días, la impresión. Isabel lucha por Valentino con fortaleza. Viajó con él los primeros días de febrero a Piura, donde le asignaron un modelo más avanzado.
Ricardo y Pixed en su conjunto se hicieron con el fondo 'Ideas audaces' de Cienciactiva de Concytec en diciembre último. Los cerca de 100 mil soles impulsaron el principio básico de la institución: ayudar a costo cero.
Algo impensado en esta industria. "Hay clínicas y traumatólogos que tienen su propia ortopedia. Por cada prótesis que se vende (el precio oscila entre 10 y 15 mil dólares), ellos cobran el 10% de la venta, no hay que olvidar que en el Perú las prótesis tradicionales se importan –sostiene Ricardo Rodríguez–. Si los niños accedieran a prótesis gratuitas, ellos perderían ese 10%".
Son cinco las marcas que se distribuyen en el país. Las diferencias son notorias.
Mientras las prótesis tradicionales tardan entre seis y ocho meses, y pesan hasta un kilo; las impresas en 3D demoran una semana como máximo, pesan 300 gramos, no pasan de los mil dólares (el 10% prácticamente), y son personalizadas. No solo en cuanto a diseño, como la de Spiderman, sino en cuanto a dimensiones.
"Ellos promedian el radio del brazo, el antebrazo, y el antebrazo inferior. Pero hay un rango. No es exacto. Si te queda grande o chico, ajustado o flojo, es tu problema. Nosotros partimos de un molde de yeso del brazo afectado, y luego el diseño se adapta al paciente".
Ricardo recuerda todavía el pedido de un conocido doctor: "cobren dos mil dólares, y denme mil por colocarlos. Con eso basta".
Luego de mandarlo bien lejos, su aviso: "los médicos viejos les tumbarán el negocio".
De allí la importancia de los patrocinadores y los socios inteligentes. "En lugar de gastar fondos en publicidad, las empresas pueden ayudar a personas, generando un impacto positivo en su marca".
Por el momento, además del fondo de Cienciactiva, lo respalda un socio inteligente que anunciarán pronto.
Son 110 los pedidos que tienen de prótesis superiores. Y son cinco las cubiertas hasta ahora.
Dato adicional: a mediados de 2018, luego de tres años de investigación, Ricardo Rodríguez planea lanzar prótesis inferiores en 3D.
Menos que nadie
Más de quince años como carpintero naval, construyendo embarcaciones, no impidieron que, en julio de 2016, la manga larga izquierda de la camisa de Alexander Salazar (36) fuera jalada por una cepilladora. Y con ella, su mano.
El consejo-mandato del doctor muy similar: "Quiso cortarme el brazo para que encajara en su prótesis comercial. Me negué y le dije: voy a buscar una a mi medida. Y la encontré".
Dos días después de la amputación, sin mayor drama –según dice–, Alexander, natural de Chulucanas, se contactó con Ricardo y su equipo.
Hoy, el Señor Cautivo de Ayabaca, santo para el que peregrina en octubre de cada año, decora su prótesis, como cualquier otro tatuaje.
Aunque con su brazo puede cargar solo entre cinco y ocho kilos, su labor es casi la misma. El despido quedó sin efecto.
"Yo no me desanimo y menos me rindo. No soy menos que nadie".
Igual que Valentino, que avanza a pesar de su desequilibrio muscular, producto de las pocas terapias en sus primeros años.
Por el momento coge vasos sin asa, plumones delgados y pelotitas. Es preciso trabajar el movimiento de su muñeca. Solo así, flexionando los codos, podrá abrir y cerrar los dedos.
"Mi prioridad es que pueda escribir. Él no es derecho, sino zurdo. Lo dicen las placas, la resonancia magnética. También patea con la izquierda", asegura Isabel.
En efecto, Valentino es un niño zurdo sin mano izquierda. El 31 de mayo cumplirá seis años. Lo celebrará en su colegio por primera vez. Es el superhéroe de su clase.
Fuente: La República